Cómo lo que creemos modela nuestras vidas: Dios Redentor

Anteriormente, hemos meditado brevemente acerca de cómo las doctrinas de Dios Creador y Dios Soberano moldean nuestras vidas. Reconocer que Dios es Creador nos ayuda a comprender mejor quienes somos y cómo estamos llamados a vivir en relación con los demás. Así mismo, confiar en que Dios es Soberano sobre toda circunstancia y que nosotros no podemos controlar las cosas nos provee de consuelo y seguridad para vivir ante la dicha y la adversidad. En esta ocasión, meditaremos en cómo la doctrina de Dios Redentor puede moldear nuestras vidas hoy, revelando nuestra necesidad de transformación y la futura esperanza de gloria que tenemos en Cristo.
1. Dios es un Dios Redentor
La Biblia nos enseña rápidamente que Dios es el Creador y el Rey Soberano de la Creación. Sin embargo, también nos enseña que—ante la intrusión del pecado, la muerte y la maldad—Él es el Redentor de su amada creación.
A través de variados relatos, la Biblia nos muestra que Dios es capaz de redimir las más oscuras y terribles circunstancias. La desnudez y vergüenza de Adán y Eva son cubiertas por Dios al proveer misericordia y vestirlos de pieles. Una anciana y estéril pareja, Abraham y Sara, recibe el regalo de ser los padres de una multitudinaria nación: Israel. El desdichado pueblo de Israel es liberado por Dios del sufrimiento y la esclavitud que padecía en Egipto. Ruth y Noemí son rescatadas de la miseria, la pobreza y la desesperanza a través de un misterioso y rico pariente. Rahab es rescatada de una vida pecaminosa e idólatra para luego ser considerada una heroína de Israel y parte de la genealogía del Salvador: Jesús. Finalmente, Jesucristo fue crucificado y resucitó al tercer día, venciendo el pecado, la muerte y la maldad que aquejaba a su amada creación.
De muchas formas, la Biblia nos enseña de manera concisa que este mundo—nosotros juntamente con él—necesita ser redimido para dejar de ser lo que es y convertirse en lo que Dios quiere que sea. Dios está en una misión: redimir todas las cosas en Cristo a fin de hacer una nueva creación, pero también una nueva humanidad. ¿Estoy consciente de que necesito ser transformado?
2. Reconociendo nuestra profunda necesidad de ser transformados
“Estoy convencido precisamente de esto: que el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús.” Filipenses 1:6 NBLA
Pocos cristianos se atreverían a decir que son perfectos. Sin embargo, no muchos están dispuestos a reconocer que necesitan ser transformados. De hecho, muy pocos están realmente comprometidos con su proceso de transformación. Es cierto, la Biblia nos enseña que Dios es el autor de nuestra salvación. No obstante, la Biblia nos enseña que Dios nos ha entregado un llamado, una vocación santa: ser santos como Dios es Santo (1 Pedro 1:16).
Si ponemos atención, el versículo anterior manifiesta una sencilla pero profunda convicción: los creyentes están en medio de una buena obra de transformación que Dios está llevando a cabo y—sin duda—terminará. Ciertamente, es Dios quien comenzó la buena obra de redención en nosotros. Así mismo, Él mismo la terminará y completará. Esto debe movernos a gozo y alivio. No estamos abandonados a nuestra propia suerte o capacidades, sino que Dios mismo es quien hace y con fidelidad nos acompaña. Ahora, ¿qué cosas necesitan cambiar en nuestras vidas?
Hace un tiempo, recuerdo que fue muy famosa una frase entre los creyentes en relación a cómo debían vivir sus vidas y evitar el pecado en medio de distintas circunstancias. La frase tenía el propósito de invitar a los creyentes a reflexionar con la pregunta: ¿qué haría Jesús en mi lugar? Si bien lo anterior guarda una buena intención y podría ser útil en algunas ocasiones, en verdad es bastante simplista y puede llevarnos a frustración y desánimo.
En cierto sentido, nadie podría hacer lo que Jesús hizo. Es imposible pensar que nosotros podríamos imitar a Jesús, así como podríamos imitar a un artista, cantante, deportista o celebridad que admiramos. Sin embargo, la Biblia nos anima a ser un pueblo redimido celoso de buenas obras (Tito 2:14). Entonces, ¿cómo podemos ser transformados realmente a la imagen de Jesús? Todos estarían de acuerdo al decir que la santificación y transformación de nuestras vidas son obras del Señor en el poder del Espíritu Santo. Nosotros no podemos producir el cambio de nuestras vidas, sin embargo, la Biblia nos invita a ejercitarnos en la piedad y disponernos a las buenas obras.
Constantemente, vivimos bajo el engaño de que Dios hará “mágicamente” la buena obra en nosotros. Creemos que de un día para otro seremos más como Jesús. Sin embargo, no hay nada más falso que esto. Nunca podremos enfrentar las tentaciones del desierto si no vivimos bajo la guía y el poder del Espíritu Santo. Jesús se apartaba constantemente a orar. Vivió en ayuno y preparación. Meditaba y memorizaba la Escritura. Servía y suplía las necesidades de los demás. Participaba activamente de las oraciones y la celebración de las fiestas del pueblo judío. En definitiva, Jesús se ejercitó en la piedad y fue celoso de buenas obras a fin de glorificar a Dios y amar a los demás. Así, nuestra transformación a la imagen de Cristo también implica comprometernos a disfrutar y practicar la vida espiritual que Cristo mismo tuvo.
“Y esto pido en oración: que el amor de ustedes abunde aún más y más en conocimiento verdadero y en todo discernimiento, a fin de que escojan lo mejor, para que sean puros e irreprensibles para el día de Cristo; llenos del fruto de justicia que es por medio de Jesucristo, para la gloria y alabanza de Dios.” Filipenses 1:9-11 NBLA
Pablo continúa su discurso a los Filipenses y profundiza en lo anterior. El mismo apóstol ora para que los creyentes crezcan en amor, conocimiento verdadero, discernimiento, sabiduría, pureza y justicia para la gloria y alabanza de Dios. La vida cristiana no da espacio a la pasividad o a la pereza, Dios está obrando en nuestras vidas y nosotros estamos llamados a participar de aquella buena obra. Ser parte de la nueva creación implica aprender a vivir una nueva vida en Cristo.
También, es notable que el mismo Pablo esté comprometido con el proceso de transformación de sus queridos hermanos en Filipos. Sí, cada uno de nosotros debe estar activamente comprometido con su santificación y transformación, sin embargo, aquello también implica estar comprometidos con el crecimiento espiritual y transformación de carácter de los demás. ¿De qué manera permito que los demás contribuyan en mi santificación? ¿De qué formas estoy contribuyendo en la transformación de los demás?
Cada uno de nosotros ha experimentado su propio pecado y el de los demás en la vida cotidiana. Herimos a otros y somos heridos por nuestra evidente falta de amor, sabiduría, justicia, verdad, conocimiento y pureza. En lo más profundo de nuestros corazones nos resulta imposible ignorar nuestra condición pecaminosa. Sin embargo, en esta condición Dios nos recibe y se compromete a hacer una buena obra. En su poder, paciencia, amor y misericordia, Dios nos invita a ser transformados a fin de ser conformados a la imagen de Cristo. Sí, somos pecadores, pero nuestro Dios es capaz de redimir las más oscuras situaciones y obrar en las vidas de las más necesitadas personas: tú y yo.
3. Vidas redimidas a la luz de una mayor redención
“El que estaba sentado en el trono dijo: «Mira, yo hago nuevas todas las cosas.» Apocalipsis 21:5 NBLA
Muchas veces tenemos nociones de la redención como algo lejano y desconectado de nuestras vidas cotidianas. Leemos versículos como el de Apocalipsis y pensamos: “Ojalá que Dios venga pronto.” Ciertamente, Dios hará lo que el mismo ha prometido. Él terminará con el dolor, el llanto, la muerte, el pecado, la maldad y el mundo será un lugar completamente distinto al que conocemos. Sin embargo, esta redención futura tiene algo que decirnos hoy, aquí y ahora.
Es cierto que ninguno de nosotros puede traer ni establecer el reino de Dios en el mundo. Sin embargo, nuestra tarea es anunciar aquella esperanza futura de transformación y reflejar el poder de Dios para salvar y redimir. Esta es la base de la teología de Pablo: vidas transformadas por el poder de Dios sirven como el más poderoso anuncio del evangelio al mundo. Así, los creyentes están llamados a vivir la vida cristiana en sus hogares, iglesias locales, trabajos, escuelas, universidades, academias de arte, clubes deportivos, grupos artísticos, y la sociedad a la luz de la cruz y la resurrección de Jesucristo.
Es fácil apreciar la necesidad de cambio y redención en la vida de los demás, pero ¿qué hay de nosotros mismos? ¿Qué hay de nuestro orgullo e incapacidad de pedir perdón a los demás? ¿Qué pasa con nuestro malhumor y frustración cuando los demás no hacen lo que queremos? ¿Qué hay de nuestra constante subestimación de los demás? ¿Qué hay de nuestra incapacidad de confiar en la provisión de Dios y nuestro egoísmo?
Cada uno de nosotros necesita corrección, consuelo, ánimo, una nueva visión, amor, perdón, misericordia y transformación. Necesitamos al Dios Redentor hoy a fin de que podamos experimentar su mayor y definitiva redención futura. Si estamos aquí, es porque necesitamos ser transformados y Dios está trabajando en aquello. Solo cuando comprendemos y abrazamos esta hermosa verdad, entonces podemos desactivar nuestro abogado interior y bajar nuestras defensas; reconocer nuestras faltas sin temor al juicio y la vergüenza; confesar con lamento nuestros pecados y no alegrarnos de las caídas de los demás; pedir ayuda sin temor a ser rechazados y enjuiciados.
En fin, cada uno de nosotros necesita que Dios, aquí y ahora, siga obrando la buena obra que Él ya ha comenzado en cada uno de nosotros, mientras aguardamos nuestra redención definitiva. Tu y yo podemos experimentar el poder de Dios y cómo Él está haciendo nuevas todas las cosas en nuestras vidas y en el mundo.
Dios nos ayude.