Este post es un breve resumen y adaptación de un sermón que prediqué en el Grupo de Hombres de mi querida Iglesia Cristo Redentor de Concón el 6 de septiembre 2024.
1 Mucho me han angustiado desde mi juventud
—que lo repita ahora Israel—,
2 mucho me han angustiado desde mi juventud,
pero no han logrado vencerme.3 Sobre la espalda me pasaron el arado,
abriéndome en ella largos surcos.
4 Pero el Señor, que es justo,
me libró de las ataduras de los malvados.5 Que retrocedan avergonzados
todos los que odian a Sión.6 Que sean como la hierba en el techo,
que antes de crecer se marchita;7 no llena las manos del segador
ni el regazo del que ata las gavillas.8 Que al pasar nadie les diga:
«La bendición del Señor sea con ustedes;
los bendecimos en el nombre del Señor».
Salmo 129 NVI
Introducción
Podría describir mi niñez como una seguidilla de entusiasmos breves. Un día eran los tazos, al otro las cartas, luego láminas, más tarde los crescencios, el dibujo animado de moda, el fútbol, la bicicleta, la patineta y un sin fin de otras cosas.
La mayoría de las veces, nuestra vida espiritual también parece un ciclo repetitivo de entusiasmos breves. A veces oramos, a veces no. A veces leemos la Biblia, a veces no. A veces confiamos en Dios, a veces no. A veces nos congregamos, a veces no. Pero el Salmo 129 nos presenta la fe cristiana con una sola palabra: perseverancia. ¿Te consideras perseverante? ¿Por qué? ¿De qué crees se trata la perseverancia cristiana?
Una fe dura de matar (Salmo 129:1-2)
Podríamos decir que el Salmo 129 nos presenta una fe dura de matar. Una fe que históricamente ha logrado sobreponerse a los enemigos y a las dificultades. Una fe que no ha estado libre de dolores y daños, pero que sigue viva. El salmista canta:
“Mucho me han angustiado desde mi juventud
—que lo repita ahora Israel—,
mucho me han angustiado desde mi juventud,
pero no han logrado vencerme.”
Por un lado, el salmista cuenta que sus angustias no son una novedad ni tampoco circunstanciales. Por el contrario, son muchas y parte de su historia —y de la historia de Israel—. Sin embargo, estos sufrimientos no han logrado derrotarlo.
Por otro lado, la frase “que lo repita Israel” puede pasar inadvertida, pero el salmista nos invita a recordar nuestros sufrimientos y a identificarnos con el sufrimiento de los demás. En otras palabras, el pueblo de Dios es una comunidad que canta de sus tribulaciones, pero también de la gracia del Señor experimentada en medio de estas.
Lo anterior nos lleva a otra pregunta: ¿Cómo se construye una fe dura de matar? Antes de responder eso, el salmista nos da tres imágenes para meditar: (1) surcos, (2) ataduras rotas y (3) hierba marchita.
Surcos y ataduras rotas (Salmo 129:3-4)
“Sobre la espalda me pasaron el arado,
abriéndome en ella largos surcos.
Pero el Señor, que es justo,
me libró de las ataduras de los malvados.”
En la primera imagen, el salmista expresa un sufrimiento terrible al comparar los constantes ataques que ha sufrido desde su juventud con un arado de bueyes. Este arado ha hecho largos surcos en su espalda. Este es un sufrimiento que ha dejado marcas profundas en su vida —desde su juventud—.
¿Has tenido alguna experiencia de ese tipo? ¿Alguien o algo ha hecho surcos en tu espalda recientemente? Si no los tienes aún, créeme que llegarán en algún momento. Pero el salmo 129 nos presenta una fe que no es vencida por los profundos dolores de la vida.
En la segunda imagen, el salmista nos comparte su gran consuelo: “Pero el Señor, que es justo, me libró…”. Esta línea debe ser recordada y cantada con fe por cada uno de nosotros en medio de la adversidad: ¡Dios no me dejará jamás! De hecho, tenemos el privilegio de recordarnos esta verdad unos a otros —que lo repita Israel—.
Igualmente, el salmista reconoce que no fue él quien se enfrentó a sus enemigos ni quien rompió las ataduras por sus fuerzas. Fue Dios mismo quien lo hizo. Con eso en mente: ¿Qué ataduras necesitas que el Señor rompa hoy en tu vida para seguir perseverando en tu matrimonio, noviazgo, soltería, familia, iglesia, trabajo, cesantía, estudios?
Hierba marchita (Salmo 129:5-7)

“Que sean como la hierba en el techo,
que antes de crecer se marchita”
La tercera imagen del pasaje puede ser un tanto incómoda. De hecho, en esta sección (versículos 5 al 8) el salmo hace un giro. El salmista está mostrando su enojo con aquellos que se oponen al Señor y odian su ciudad: Sión. El cantor muestra su pasión e ira hacia los malvados. Pero, ¿es esto correcto? ¿Te ha pasado? ¿Has perdido la paciencia con aquellos que hacen el mal y son obstinados al oponerse al reino de Dios y a su pueblo?
Es verdad, varios pasajes de la Biblia nos animan a ser pacientes y misericordiosos con los demás, llegando incluso a mostrar amor por quienes nos hacen mal (Levítico 19:17-18; Éxodo 23:4-5; Proverbios 24:17; Mateo 5:43-45). Sin embargo, el salmista no esconde su frustración y enojo hacia lo que le preocupa. ¿Por qué? Porque la perseverancia en la fe cristiana también es apasionada. En palabras del pastor Eugene Peterson:
“Es posible que la ira no sea la expresión más apropiada de nuestra preocupación, pero es una evidencia de que estamos preocupados [de que algo nos importa]. La indiferencia sería algo inhumano.”1
El salmista nos recuerda: paciencia no es lo mismo que negligencia; misericordia no es lo mismo que permisividad. De hecho, más adelante señala que su deseo es que los malvados no sean bendecidos por el Señor al cantar: “Que nadie les diga… bendiciones”. Cabe destacar que el salmista trae todas sus emociones y pensamientos en oración y humildad delante del Señor.
La fuente de nuestra perseverancia (Salmo 129:8)
Que al pasar nadie les diga:
«La bendición del Señor sea con ustedes;
los bendecimos en el nombre del Señor».
¿Por qué es tan importante para el salmista que la bendición del Señor no esté con aquellos que se oponen al pueblo de Dios? Si bien estas son palabras imprecatorias, también nos pueden ayudar a ver algo profundo: la bendición del Señor es la fuente de la verdadera perseverancia. El salmista desea que la bendición y la presencia del Señor no esté con los malvados, sino con quienes aman a Sión (el lugar de la presencia de Dios y su pueblo).
Podríamos pensar que Dios nos está llamando a “ponerle más ganas”, “ser más duros”, “ser más determinados”, “esforzarnos más”. Y sí, puede ser que muchos necesitemos salir de nuestra pasividad y comodidad. Sin embargo, quiero transparentar que el mensaje de hoy busca mostrarnos que la verdadera fuente de nuestra perseverancia es Dios mismo, no nuestra autodeterminación.
Respondiendo la pregunta anterior: ¿Cómo se construye una fe dura de matar? Respuesta: Entendiendo que la fuente de la perseverancia cristiana es Dios mismo. Pablo lo decía así:
“Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús.“2
Esta es una palabra de humildad necesaria para quienes han perseverado en el camino de la fe por gracia, para que no se jacten de “su fidelidad” a Dios. Pero también de consuelo y esperanza para aquellos que sienten que están estancados o perdidos, pues Dios es justo y nos librará. Nuevamente, el pastor Eugene Peterson lo pone de esta manera:
“La perseverancia no es el resultado de nuestra determinación; es el resultado de la fidelidad de Dios. No sobrevivimos en el camino de la fe porque tengamos una resistencia extraordinaria, sino porque Dios es justo, porque Dios no se aparta de nosotros.”3
Ahora, ¿cómo se ve esto en el día a día?
Una fe que perdura
Entendemos que Dios nos llama a perseverar ante las dificultades y que él mismo nos guardará hasta el final. Sin embargo, ¿cómo experimentamos y cultivamos la perseverancia día tras día? Leamos lo que Lucas nos dice en el libro de Hechos:
“Se mantenían firmes [perseveraban] en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración. Todos estaban asombrados por los muchos prodigios y señales que realizaban los apóstoles. Todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común: vendían sus propiedades y posesiones, y compartían sus bienes entre sí según la necesidad de cada uno. No dejaban de reunirse unánimes en el Templo ni un solo día. De casa en casa partían el pan y compartían la comida con alegría y generosidad, alabando a Dios y disfrutando de la estimación general del pueblo. Y cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos.”4
¿Te diste cuenta? La fe cristiana no es individualista ni se vive en privado. Los primeros creyentes lo entendían bien y compartían la vida en todo momento. ¿Qué cosas hacían las comunidades para animarse y fortalecerse? La clave de la perseverancia es una vida de iglesia comunitaria moldeada por el estudio de la palabra de Dios, la oración, el compañerismo, los sacramentos, la generosidad, la misión y la adoración congregacional. Si te preguntas cómo perseverar en la fe, Lucas tiene la respuesta: Viviendo una vida de devoción y servicio a Dios y a los demás en comunión con otros.
Conclusión
Podríamos decir que este salmo puede ser leído en 3 niveles: (1) individual, (2) comunitario y (3) cristológico.
Cristológico
Si bien el cantor vivió siglos antes de la encarnación del Mesías, en el sentido más profundo, Jesús es el centro del salmo. Es Jesús quien sufrió angustias desde su juventud. Es Jesús quien recibió azotes que dejaron largos y profundos surcos en su espalda y quien murió crucificado en Gólgota entregándose por los pecadores —nosotros—. Sin embargo, también es Jesús quien resucitó de entre los muertos venciendo el pecado, la muerte y las tinieblas. Es Jesús quien vendrá a juzgar a vivos y a muertos con justicia de acuerdo a sus obras para establecer su reino eterno en la Nueva Creación.
Individual
Este salmo nos invita a llevar nuestras aflicciones y emociones ante el Señor en adoración. Dios conoce nuestra vida, sin embargo, él se compadece de nosotros y está dispuesto a escuchar nuestros apasionados cánticos de lamento y clamor por justicia en este mundo quebrado. Mientras cantamos al Señor seremos renovados por su bendición y presencia para poder continuar en el camino de la fe.
Comunitario
Igualmente, el salmo tiene un carácter colectivo ya que invita a otros a identificarse con sus dolores. Este salmo nos enseña a cantar junto con otros de nuestros sufrimientos, pero también a recordarnos de la bondad y justicia de Dios, quien nos libra y rompe las ataduras de los malvados. Este salmo es un cántico de esperanza para un pueblo que seguirá experimentando tanto el dolor como la misericordia del Señor hasta el final de su peregrinaje.
Una Obediencia Larga en la Misma Dirección: El Discipulado en una Sociedad Instantánea, Eugene Peterson.
Filipenses 1:6 NVI.
Una Obediencia Larga en la Misma Dirección, Eugene Peterson.
Hechos 2:42-47 NVI.