¿Y si ponemos a Herodes de vuelta en la Navidad?
Es verdad que en nuestro mundo moderno muchas cosas pretenden tomarse el centro de la navidad: los regalos, la familia, los amigos, las decoraciones, el descanso y las elaboradas cenas. No hay nada de malo en ninguna de esas cosas. Sin embargo, el origen de la celebración de la navidad —tal como la iglesia lo ha enseñado por más de 20 largos siglos— es el nacimiento del Mesías, la misteriosa encarnación del Hijo de Dios, el Salvador y Rey del mundo.
De hecho, hace varios años se aprecia un movimiento que busca justamente poner nuevamente a Jesús en el centro de la Navidad. Imágenes con la frase: “Esta es la temporada [la Navidad], esta es la razón [la Crucifixión]”, abundan por internet. Esto claro haciendo eco a la famosa frase que rima en inglés: “This is the season, this is the reason”, acompañada de una corona de adviento y una corona de espinas. Pero, ¿es esto suficiente? Creo que es correcto señalar que la Navidad está ligada a la Crucificción. Pero es insuficiente si no mencionamos cómo es que estas dos historias están conectadas.
Personalmente, no tengo nada en contra de poner nuevamente a Jesús en el centro de la navidad. Su encarnación y obra redentora son el clímax de la gran obra de salvación relatada en la Biblia. Pero la navidad no es un evento desentendido de la realidad. No es algo paralelo a ella. Sin embargo, la imagen de un pesebre perfecto, donde todos ríen, impolutos y despreocupados no es el mundo donde ocurrió este nacimiento. La verdad es que la Biblia nos presenta un mundo muy distinto al de nuestros pesebres llenos de alegres colores con caras infantiles y animales impecables sacados de una granja lujosa de occidente.
Si repasamos la narración de los evangelios acerca del nacimiento de Jesús, veremos un escenario muy poco favorable, para nada luminoso. Específicamente, es en el evangelio de Mateo donde encontramos una historia de navidad accidentada. El escritor, de manera magistral, nos presenta el nacimiento del Mesías a la luz de un antagonista: Herodes.
Mateo 2 nos cuenta que Herodes también recibió la visita de sabios astrólogos anunciando el nacimiento del rey de los judíos. Esto lo tomó por sorpresa ya que era él quien reinaba sobre Jerusalén, él era el rey de los judíos. Turbado, Herodes convocó a los entendidos de Israel para consultarles acerca del nacimiento de este supuesto Mesías-Rey. —Nacerá en Belén de Judea, según los profetas— le contestaron.1 Al escuchar esto, trató de engañar a los astrólogos diciendo que le trajeran información para adorar al nuevo rey. Sin embargo, los sabios astrólogos no cayeron en la trampa y luego de visitar y adorar a Jesús recién nacido, no regresaron con Herodes.
Luego, de manera dramática se nos cuenta acerca de los verdaderos planes de Herodes: tratar de matar al niño. Cuando Herodes se enteró que los sabios no habían vuelto con él para darle un reporte, se enfureció y mandó a matar a todos los niños menores de 2 años en Belén. Así, los padres de Jesús tuvieron que huir apresuradamente a Egipto para refugiarse y salvarlo de las garras del tirano que reinaba sobre los judíos. Violencia, sangre, lágrimas y muerte cubrieron la tierra una vez más.
Es importante no solamente traer de regreso a Jesús al centro de la navidad, sino también a Herodes. Es en medio de este triste y oscuro escenario que el Mesías vino al mundo. No podemos ni debemos sanitizar la historia de la navidad. Un Jesús desconectado del sufrimiento, la violencia, la muerte, la opresión y la tiranía de nuestro mundo no tiene peso ni es fiel a las Escrituras. Jesús no vino a un mundo lleno de luz, justicia, paz y gozo como alguien que llega donde no lo llamen. No. Jesús vino a un mundo que desesperadamente necesitaba y aguardaba un salvador.
Hoy celebramos la Navidad en un mundo sin Herodes, sin embargo, muchas veces nos encontramos viviendo en el mundo de Herodes. Diversas traiciones, engaños, muertes, dolencias, sufrimientos, amenazas, necesidades, temores, pecados y heridas nos oprimen como un tirano implacable que parece ser invencible.
Solamente un Jesús que nació en el oscuro mundo de Herodes puede traernos esperanza, consuelo, vida, luz, paz, reconciliación, perdón, amor y gozo. Un Jesús que vino al mundo del tirano Herodes para reclamar su reino sobre Jerusalén —y sobre todo el cosmos— es el que puede puede también vencer la tiranía de los pecados, tinieblas y muerte que nos oprimen para traer su reino de amor, justicia y verdad.
Sí, necesitamos poner a Jesús en el centro de la Navidad. Pero necesitamos poner la navidad en el contexto correcto: un mundo agónico necesitado de un salvador. Necesitamos poner de regreso a Herodes en nuestra Navidad.2 Solo así podremos glorificar a Dios y maravillarnos del regalo más grande que podríamos recibir: Jesús el Mesías, el Hijo de Dios encarnado, el Salvador y verdadero Rey del cosmos, la Luz que vino a resplandecer en medio de las tinieblas y estas no pudieron apagarla.3
Mateo 2:5-6 citando a Miqueas 5:2.
Idea tomada del galardonado artículo de J. Richard Middleton: Let’s put Herod bacl into Christmas. Puedes revisarlo en: https://jrichardmiddleton.com/wp-content/uploads/2013/10/middleton-lets-put-herod-back-into-christmas.pdf
Juan 1:5.