Leyendo Números 31-36
En el post anterior, Números 28-30, revisamos la vida de adoración y devoción que Israel estaba llamada a seguir a través de los sacrificios, ofrendas y fiestas establecidas por YHWH. Sin embargo, la parte final del libro tiene elementos menos “religiosos” al tratarse de guerras, acuerdos sobre tierras, un registro de la ruta de Israel por el desierto y temas legales. Comencemos.
De guerras, rituales, botines y ofrendas (Números 31).

En Números 31:1-18 se lee acerca de la guerra contra los Madianitas. Esto se conecta con lo sucedido en Números 25, donde Israel rompió el pacto y se involucró en prácticas idólatras tras ser “seducidos” por mujeres —posiblemente prostitutas de religiones paganas-– madianitas.
Si bien esta orden le fue dada a Moisés luego del trágico episodio de apostasía (Números 25:16-18), es en esta ocasión donde se ejecuta como venganza–juicio del Señor contra la nación de Madián (31:1-12). Cabe destacar que también se narran cláusulas de guerra para salvaguardar la vida de las mujeres jóvenes que no habían participado en el culto a Baal Peor (31:13-18). (Aclaro que no es mi intención entrometerme en los debates morales e históricos acerca de la batalla.)1
Igualmente, el pasaje describe un importante acontecimiento: la purificación ritual de todos los que habían tenido contacto con personas muertas y del botín que incluía artículos de metales preciosos, cueros y telas (31:19-24). Nada de esto podía ingresar al campamento puesto que se encontraba en estado ritual impuro y exigía ser purificado (Números 19:11-22). Pero, ¿de qué se trata todo esto? Según Gordon Wenham:
“estas reglas de purificación recordaban a Israel que la muerte de uno de sus semejantes era una interrupción catastrófica de la creación de Dios, incluso si en algunos casos era Dios mismo quien demandó la ejecución del pecador.”2
En otras palabras, cualquier contacto directo o indirecto con la muerte era capaz de contaminar a las personas y hacerlos no aptos para estar en comunión con Dios —estar cerca del Tabernáculo o el Templo. Por lo tanto, dicha persona debía y podía ser limpiada por medio de los procedimientos rituales establecidos por Dios.
Finalmente, Números 31:25-54 describe la repartición del botín de guerra y las ofrendas que los jefes dieron al Señor como expiación por sus pecados. El triunfo debía ser compartido por todos y sus frutos debían ser de beneficios para todo el pueblo.
De malos entendidos, rutas, advertencias y fronteras (Números 32-34).

Primero, en Números 32 leemos un malentendido que hubo entre las tribus de Rubén, Gad y Moisés. Los representantes de dichas tribus quisieron quedarse fuera de Canaán, es decir, en Transjordania. Su plan era establecerse en dichas tierras. Sin embargo, se encontraron envueltos en una discusión con Moisés, quien los acusó de traicionar y abandonar a sus hermanos antes de que pudieran conquistar la tierra prometida.
Luego de una larga conversación, los de las tribus de Rubén y Gad pudieron llegar a un acuerdo con Moisés al comprometerse a regresar a Transjordania solamente después luchar junto a ellos para conquistar las tierras en Canaán. Esto se cumple en Josué 22, cuando los hombres de las tribus de Rubén y Gad regresan a sus tierras y familias en Transjordania luego de haber luchado y ayudado a sus tribus hermanas a conquistar el territorio de Canaán. (Ups! Se me escapó ese spoiler.)
Un detalle importante es que las tribus de Rubén y Gad fueron comparadas con los espías rebeldes de Números 14 cuando se les acusó de traición y rebeldía. Moisés es duro al decirles que si traicionaban a sus hermanos serían culpables de su destrucción (32:15). Sin embargo, estos se comprometieron a luchar junto a ellos y Moisés les concedió establecerse fuera de Canaán luego de que cumplieran su promesa.
En segundo lugar, en Números 33:1-49 se lee una especie de itinerario de la ruta que Israel habría seguido durante los 40 años en el desierto. Se enlistan 40 lugares desde su salida de Egipto hasta su llegada a Moab con sus principales eventos. (Nuevamente, no me voy a meter en los debates geográficos y arqueológicos de esta sección. Si le interesa, puede hacer su tarea revisando comentarios que incluyen estos temas.)
Esta lista puede ser vista como un especie de resumen de la narrativa desde Éxodo 12 hasta Números 12.3 Esta lista sirve para inspirar confianza en que el mismo Dios que los sacó de Egipto los llevaría a la tierra que él mismo les había prometido: Canaán.
Por otro lado, Números 33:50-56 narra la instrucción que el Señor le dio a Israel a través de Moisés: debían expulsar de la tierra de Canaán a sus habitantes y destruir todo lo referente a sus cultos paganos para luego repartir la tierra echando suerte entre los clanes. Sin embargo, si bien esta instrucción repite lo mencionado por el Señor en Números 26:52-56, se distingue al incluir una advertencia:
»Pero si no expulsan a los habitantes de la tierra que ustedes van a poseer, sino que los dejan allí, esa gente les causará problemas, como si tuvieran clavadas astillas en los ojos y espinas en los costados. Entonces yo haré con ustedes lo que había pensado hacer con ellos».4
No está demás decir que dicha advertencia resuena como un eco a través de la historia de Israel desde su establecimiento en Canaán hasta su exilio en Babilonia.5 Es justamente la desobediencia a este mandato y la idolatría de Israel lo que determina su traumática y trágica salida de la tierra prometida rumbo al exilio.
Por otro lado, Números 34:1-15 detalla las fronteras geográficas de la tierra que Israel recibiría por heredad. Esto nuevamente es una especie de garantía de parte de Dios de que él les daría la tierra tal como lo había prometido. No obstante, un detalle relevante es que la tierra sería repartida entre 9 tribus y media, puesto que las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés recibieron su heredad al otro lado del Jordán.
Finalmente, Números 34:16-29 describe quiénes serían los encargados de repartir la tierra en Canaán: el sacerdote Eleazar y Josué, hijo de Nun. Ellos serían responsables de asignar a los encargados de cada tribu y repartir la tierra siguiendo las instrucciones de Dios. Cabe destacar que este breve pasaje nos recuerda que la tarea de Moisés está llegando a su fin, puesto que el nuevo encargado de completar los propósitos de Dios para Israel sería Josué.
De ciudades, refugios y herencias (Números 35-36).

La última sección de Números, a pesar de su particularidad, reafirma el tema central del libro: la certeza de que Israel recibiría la tierra prometida por Dios a sus padres. Si bien se tratan temas legales, no debemos perder de vista que se da por sentado que los Israelitas entrarían a la tierra y podrían disfrutar del fruto de ésta.
En Números 35:1-8 se lee el mandato del Señor a las tribus de Israel de entregar parte de sus tierras a los Levitas. El propósito de esto era proveer ciudades donde pudieran vivir y campos para pastorear sus animales (35:3). Esto era responsabilidad de todos (Números 18:8-24).
Igualmente, Dios ordena que 6 de las 48 ciudades sean usadas como refugio para quien haya cometido un asesinato. (Sé lo que estás pensado: ¿refugios para asesinos, en serio? Ponle pausa a tu espíritu justiciero moderno y ten un poco de paciencia)
Debemos recordar que Canán no es solamente una tierra fructífera que podía ser habitada, sino que es la tierra santificada por la presencia de Dios en medio de su pueblo (Levítico 26:11-12). Esto nos ayuda a comprender de mejor manera la responsabilidad de extrema importancia que tenía el pueblo de mantener dicha tierra pura, especialmente de la peor contaminación posible: el derramamiento de sangre.6 En otras palabras, el derramamiento de sangre —el asesinato— tenía como resultado la contaminación de la tierra (35:33-34; Deuteronomio 19:10; 21:9, 23). El Dios Santo de la vida no podía habitar en medio de un pueblo contaminado con la muerte (Por eso la purificación mencionada anteriormente en Números 31:19-24). En este contexto, podemos ver que esta ley buscaba regular la antigua costumbre de vengar la muerte y prevenir que la tierra fuera contaminada con más sangre.7
Ahora, un detalle crucial es entender que esta ley distingue entre un homicidio accidental y uno intencional. Eran solo quienes habían cometido un homicidio de manera accidental quienes tenían derecho a huir a las ciudades refugio.8 El culpable del homicidio accidental debía ser alguien sin previa enemistad con el fallecido, es decir, que no tuviera motivos por los cuales haber cometido el asesinato (35:22-25). Solo así este podría ser juzgado justamente por la comunidad y ser enviado a las ciudades de refugio.
Otro detalle muy importante es que se establece que no se podía pagar una multa o rescate por la vida de aquel condenado por asesinato. El asesino intencional debía morir, mientras que la única manera que un condenado por asesinato accidental pudiera regresar a la comunidad era que el Sumo Sacerdote muriera. Esto muestra que el perdón por haber cometido un asesinato accidental de una persona solamente podía ocurrir por medio de una muerte natural de otra: la muerte del Sumo Sacerdote (35:31-32).
Esta sección, luego de entregar detalles de los procedimientos, termina reafirmando su propósito mayor: no contaminar con sangre —asesinato— la tierra santa del pueblo de Dios y su morada (35:33-34).
Finalmente, Números 36 narra un problema legal de herencias. Si bien se había determinado que las hijas de Zelofejad pudieran heredar las tierras de su padre (Números 27:1-11), ahora había un problema con el futuro de dicha herencia. Si las hijas de Zelofejad llegaban a casarse con hombres de otras tribus, entonces dichas tierras pasarían a ser herencia de aquellas tribus. En otras palabras, sus descendientes podían quedarse sin heredad.
Ante este altercado o vacío legal, Dios ordena a las mujeres casarse solamente con hombres de su propia tribu para que pudieran conservar su herencia y esta no fuera traspasada a otras tribus. De hecho, se establece que toda hija que herede tierras debía casarse con hombres de su misma familia patriarcal.
Conclusiones.

Si bien debo reconocer que el final del libro de Números no es muy emocionante, es importante ver que guarda relación con el tema central del libro: Dios ha guiado, cuidado, disciplinado, instruido y acompañado a su pueblo para llevarlos a la tierra que él había prometido a sus padres. Cada ley, evento y personaje incluido en este libro debe ser entendido con dicho telón de fondo.
Por otro lado, esta sección nos invita a reflexionar acerca de varias cosas en nuestro andar cristiano. Acá pondré solo algunas.
Por ejemplo, vemos que la guerra contra Madián nos ayuda a ver que Dios se toma muy en serio el hecho de desviar a su pueblo hacia el pecado. Esto debe llevarnos a meditar acerca de cómo nos relacionamos con nuestros hermanos y hermanas en la fe. ¿Estamos siendo de edificación o más bien de tropiezo?
Otro ejemplo es el caso de la repartición del botín de guerra y las ofrendas entregadas por los clanes. Se entiende a lo largo del libro que no todo el pueblo era apto para ir a la guerra. Los hombres mayores de 50 años, los niños y las mujeres, los sacerdotes y los levitas no participaban en la batalla. Sin embargo, igualmente todos pudieron disfrutar del fruto de la victoria que Dios les había concedido en la batalla. Esto nos propone un principio: debemos asegurarnos que todo el pueblo de Dios pueda disfrutar de las bendiciones que él derrama sobre su iglesia. Nadie puede atribuirse para sí mismo la bendición de Dios y dejar a otros fuera. Igualmente, las ofrendas entregadas nos invitan a pensar acerca de cuán generosos estamos siendo con nuestros hermanos y hermanas en la fe y de cuán dispuestos estamos a dar.
Un ejemplo más es la seriedad con la que se trataba el tema de la muerte y su efecto contaminante para el pueblo y el campamento. En otras palabras, hay cosas y pecados que pueden traer consecuencias de muerte para nuestras vidas y para quienes nos rodean. Esto nos invita a meditar acerca de qué tipo de vidas estamos llevando y cómo esto afecta nuestra comunión con Dios y con los demás. ¿Qué pecados o malos hábitos están destruyendo mi propia vida y afectando a quienes tengo a mi alrededor en la casa, el trabajo, la iglesia y en el barrio donde vivo? Si mis palabras o actos traen consigo enemistad, tristeza, discordia, envidia, miedo, rencillas, odios, rivalidades e inmoralidad, entonces estoy contaminando con muerte. Necesitamos ser purificados y transformados, ya no por procedimientos rituales antiguos, sino por la sangre del Mesías, Jesús, el cordero de Dios que quita el pecado del mundo.9
Un ejemplo final sería meditar acerca de los temas de justicia tratados en relación a los asesinatos accidentales y el tema de las herencias. Esto puede invitarnos a reflexionar acerca de cómo estamos abordando los conflictos en nuestra vida. ¿Estamos juzgando de manera injusta a los demás? ¿Estamos buscando sacar el mayor provecho de las situaciones, incluso estando dispuestos a perjudicar a otros? Que el Señor nos ayude a poner nuestras mentes en todo lo verdadero, respetable, justo, puro, amable, digno, excelente y admirable.10
Dios nos ayude.
Puedes buscar información de esto en el comentario de Números de Gordon J. Wenham.
Números, Comentario del Antiguo Testamento de Tyndale, Gordon J. Wenham.
Ibid.
Números 33:55-56 NVI.
Levítico 26; Deuteronomio 28; Josué 23:13, entre otros.
Números, Comentario del Antiguo Testamento de Tyndale, Gordon J. Wenham.
Ibid.
Ibid.
Juan 1:29.
Filipenses 4:8.